Me despierta en la mañana el maullido constante de un gato y su lengua áspera sobre mi cara. Mientras, ella me destapa -tengo frío en los pies-. No logro dormir, mis pensamientos me aturden. Y vos, como siempre, estás en ellos. Llegué a la conclusión de que soy la persona más feliz cuando estamos juntos, pero... La más triste cuando peleamos -cosa que hacemos todos los días-. Es contradictorio, lo sé. Por eso, meses atrás decidí no sufrir más, aunque no fuera feliz.. Estuve con otros muchachos a los cuales no quise -por lo menos no como a vos-, con tal de borrarte. Como todos pueden ver, no funcionó. Volví a vos, volví a lo que éramos... Con la esperanza de ser lo que alguna vez fuimos. De que seas lo que nunca fuiste. ¿Cómo re-enamorar a alguien? ¿Qué hago? Impotencia. Ganas de llorar, de romper todo. No, no puedo llorar, ella se va a despertar. No, no puedo estar mal. Hoy a la noche festejamos su cumpleaños. Ahogar mis penas en alcohol no funciona, lo sé por experiencia, sólo empeora la situación. De fondo puedo escuchar a Sabina. El gato me está mirando, no para de maullar. Creo en que los gatos pueden ver espíritus y fantasmas, y tras varias películas de terror, llegué a pensar que estaba en compañía de uno. El minino quería hacer sus necesidades -lo sabía-; tan sólo quería dispersar mi mente, pensar en alguna idiotez que lo saque de mi cabeza. Ansío que sea de noche, comprar exuberantes cantidades de alcohol -no para olvidarlo, porque eso jamás lo haré-, y pasarla genial con mi gente.