Detrás de todo este espectáculo de palabras, tiembla indeciblemente la esperanza de que me leas,
de que no haya muerto del todo en tu memoria...

agosto 14, 2010

El amor es una epidemia que se acaba con el tiempo

Me despierta en la mañana el maullido constante de un gato y su lengua áspera sobre mi cara. Mientras, ella me destapa -tengo frío en los pies-. No logro dormir, mis pensamientos me aturden. Y vos, como siempre, estás en ellos. Llegué a la conclusión de que soy la persona más feliz cuando estamos juntos, pero... La más triste cuando peleamos -cosa que hacemos todos los días-. Es contradictorio, lo sé. Por eso, meses atrás decidí no sufrir más, aunque no fuera feliz.. Estuve con otros muchachos a los cuales no quise -por lo menos no como a vos-, con tal de borrarte. Como todos pueden ver, no funcionó. Volví a vos, volví a lo que éramos... Con la esperanza de ser lo que alguna vez fuimos. De que seas lo que nunca fuiste. ¿Cómo re-enamorar a alguien? ¿Qué hago? Impotencia. Ganas de llorar, de romper todo. No, no puedo llorar, ella se va a despertar. No, no puedo estar mal. Hoy a la noche festejamos su cumpleaños. Ahogar mis penas en alcohol no funciona, lo sé por experiencia, sólo empeora la situación. De fondo puedo escuchar a Sabina. El gato me está mirando, no para de maullar. Creo en que los gatos pueden ver espíritus y fantasmas, y tras varias películas de terror, llegué a pensar que estaba en compañía de uno. El minino quería hacer sus necesidades -lo sabía-; tan sólo quería dispersar mi mente, pensar en alguna idiotez que lo saque de mi cabeza. Ansío que sea de noche, comprar exuberantes cantidades de alcohol -no para olvidarlo, porque eso jamás lo haré-, y pasarla genial con mi gente.
Esto siento, más o menos, y por esto mismo muero.