Qué fugaz es la vida, qué vertiginoso es el suceder de los días. Los sueños; las ilusiones; la urgencia por realizar lo siempre postergado, porque la rutina cotidiana nos atrapa, nos llena de obligaciones y convierte cada día, cada insomnio, en un desfile imparable de preocupaciones; las vocaciones que se quedaron en el camino, pero siguen vivas en lo profundo del ser; el miedo, las dudas, la inercia o la falta de carácter para iniciar los nuevos rumbos tan deseados; todo esto y tantas cosas más, van armando nuestra vida, sostenida por una sola fuerza invencible: la esperanza de que, al fin, llegará la deseada luz, liberándonos de la rutina que cierra nuestro paso, impidiéndonos disfrutar del goce del ensueño.