Detrás de todo este espectáculo de palabras, tiembla indeciblemente la esperanza de que me leas,
de que no haya muerto del todo en tu memoria...

mayo 16, 2012

Te odio

Te odio. 
Odio las canciones de amor que traen tu recuerdo a mi casa. Las ganas de verte.
Y odio el cielo en tu rostro y las dudas de echarte al olvido o llamarte para contarte, qué se yo, que sigo existiendo, que te odio por fin, que no sé si el mundo resiste sin ti.
Tanto te odio. 
Te odio. 
Odio la mañana, el café sin planes, sin ti, y en ayunas perdura tu aroma y lo odio. Envuelto en papel de colores te envío bengalas, rencores. Quizá recuerdes así que te odio. También tu sonrisa, la brisa arañando tu piel y mi corazón, de paso.
Tanto lo odio. 
 Este viejo odio que hiela los jazmines, ama tu figura aborrecible. Y así si te marchas, quedan los rencores para recordarme las razones de por qué me eres imprescindible, de por qué te extraño aunque me olvides.
 Te odio. 
Odio tu belleza y a mí me odio al saberme tan lejos del viejo camino andado rastreando hadas y cometas, la estrella prendida en tu pelo. Maldito lucero.
Lo odio. 
Odio odiarte tanto, saber que te encuentras perdido y la vida me impide encontrarte.
Yo odio perseguir tu rastro, cansado en este laberinto. Cual hilo de Ariadna tus huellas me llevan hasta el dulce tiempo de besos, promesas.
Lo odio. 
Soy tan feliz a tu lado que odio que hoy ya no estés cerca, y empieza a cansarme este odio.
Quizá si tuviera tus manos.
Pero te odio tanto.
Esto siento, más o menos, y por esto mismo muero.