Así como las buenas costumbres de la higiene nos impone el baño diario para limpiar el cuerpo de suciedad, también cada día deberíamos purificar nuestro espíritu limpiándolo de peligrosas contaminaciones, emanadas del mundo en el que vivimos y donde desarrollamos nuestras luchas cotidianas.
Las generan los que van por la vida dejando sus influencias negativas, los que se conducen con falsedades e hipocresías; los que utilizan la servil adulación para ganar beneficios; los que lucran con la buena fe ajena; los que están del lado de los poderosos mientras éstos tienen poder y huyen con rapidez cuando vuelven al llano; también son contaminantes la envidia; la violencia; el rencor; el bastardo manipuleo de los sentimientos nobles; la arrogancia de los que desprecian a sus semejantes; los que perturban las buenas intenciones con malévolas sospechas; los que carecen de valores morales; los que hacen de la mentira su emblema; los traidores, ventajeros, cínicos.
En el mundo de la Creación, existen el Bien y el Mal.
Librémosnos de los que predican el Mal, usando para lograrlo la sabia percepción que nos da la sensibilidad y el deseo de tener una vida digna, lejos de “peligrosas contaminaciones” espirituales.
Las generan los que van por la vida dejando sus influencias negativas, los que se conducen con falsedades e hipocresías; los que utilizan la servil adulación para ganar beneficios; los que lucran con la buena fe ajena; los que están del lado de los poderosos mientras éstos tienen poder y huyen con rapidez cuando vuelven al llano; también son contaminantes la envidia; la violencia; el rencor; el bastardo manipuleo de los sentimientos nobles; la arrogancia de los que desprecian a sus semejantes; los que perturban las buenas intenciones con malévolas sospechas; los que carecen de valores morales; los que hacen de la mentira su emblema; los traidores, ventajeros, cínicos.
En el mundo de la Creación, existen el Bien y el Mal.
Librémosnos de los que predican el Mal, usando para lograrlo la sabia percepción que nos da la sensibilidad y el deseo de tener una vida digna, lejos de “peligrosas contaminaciones” espirituales.
Cora Cané