“Resulta que el viejo Sísifo fue condenado a elevar una piedra a lo alto de una montaña, para justo cuando estaba llegando a la cima ver como se le resbalaba de entre las manos y rodaba ladera abajo, de forma que tenía que empezar de nuevo con el trabajo. Esa era su condena. El amor… a veces se nos antoja una tarea tan ardua como la que le fue encomendada a Sísifo y, a veces, podemos llegar a pensar que ciertos fracasos son ineludibles. No siempre es así, nada está escrito ni predeterminado, es más, la excusa más cobarde suele ser culpar al destino. A veces, un rayo de felicidad, un destello de luz, se cruza por tu camino y hace que cambien tus planes. Sucede a veces, que algo te eriza la piel y te rescata del naufragio.”