-Fui salvavidas en la secundaria.
Mi empleo favorito. Me sentaba en mi silla muriéndome de ganas de
meterme al agua. A las ocho horas, cuando mi turno terminaba, me lanzaba
al mar. Pero ya estando en el agua, me pasaba algo extraño. Entraba en
pánico. Lo que intento decir es que me da miedo el mar.
(...)
¿No crees que necesito a una mujer como ella?
-¿Cómo es esa mujer?
-¡Alguien feliz!
-¿No querrás decir insensible?
-Es práctica.
-Querrás decir ocupada.
-Ella es segura.
-¡Querrás decir rica!
-Es estable.
-¡Frígida!
-Que no destruya a nadie para levantarse.
-Lo opuesto de vos.
-Sí, quizás.
-¿No te enteraste? Los opuestos se atraen y se aburren entre ellos hasta la muerte.
-Aburrido es mejor que exasperado.
-Yo prefiero morir de emoción.
(...)
(...)
¿No crees que necesito a una mujer como ella?
-¿Cómo es esa mujer?
-¡Alguien feliz!
-¿No querrás decir insensible?
-Es práctica.
-Querrás decir ocupada.
-Ella es segura.
-¡Querrás decir rica!
-Es estable.
-¡Frígida!
-Que no destruya a nadie para levantarse.
-Lo opuesto de vos.
-Sí, quizás.
-¿No te enteraste? Los opuestos se atraen y se aburren entre ellos hasta la muerte.
-Aburrido es mejor que exasperado.
-Yo prefiero morir de emoción.
(...)
Supongo que este bello lío es mejor terminarlo sin aviso previo. Quizá sea mejor así.
-Perdón.
-No te lamentes. Fue un regalo. Un gesto de tal cobardía te hace indigno de toda consideración.
-Intenté hacer lo que me pareció correcto. No lo tomé a la ligera.
-Perdón.
-No te lamentes. Fue un regalo. Un gesto de tal cobardía te hace indigno de toda consideración.
-Intenté hacer lo que me pareció correcto. No lo tomé a la ligera.
-Tú me inspirabas.
-Lo sé. A mí también.