¿Destino o casualidad? No lo sé. Lo único que sé es que si no me hubiese negado a ir a pagar el viaje de mi hermano y tardaba 5 minutos más en cambiarme, no hubiera tenido aquellos segundos mágicos. Si no me quedaba charlando con el profesor después del toque de timbre o si hoy no salíamos una hora antes del colegio. Si hubiese ido a la librería a comprar las fotocopias que necesitaba, si no hubiese ido por Belgrano y si el portero no me recibía con la puerta abierta o si me subía al primer 17 que pasó, me hubiera perdido ese breve instante. Fue un suceso de cosas, que de haber roto la cadena, habría perdido el colectivo y, por supuesto, el momento justo... en el que un par de ojos turquesa me miraron, y el momento en que aquella persona dejó escapar una sonrisa. Esa sonrisa que me alegró la tarde. Pasa que estaba algo molesta porque no había recibido la llamada que esperaba ni la contestación adecuada. En fin. Paso a relatar los hechos: Estaba en medio de dos paradas, a ver qué colectivo llegaba primero. No tenía ganas de caminar por Capital hasta la casa de mi amiga y dejé pasar tres 17. Fui a la parada más lejana e hice una larga fila para tomar alguno que me dejara en la puerta de su casa. En el tumulto de la gente veo una boina asomarse, miro un poquito más y noté esos ojos que mencioné antes. Parecía que tenía miedo, vergüenza. A los 5 minutos de esquivarlo, llega un 24. Me subo, y olvidé por completo a la persona de alta estatura que había estado mirándome. Había un asiento vacío que, por esas casualidades de la vida, me dejaba justo frente a él. Lo veo al pasar y me mira. Bajo la cabeza y pongo el boleto y las monedas en el bolsillo esperando a que arrancara. Al levantar la vista, seguía allí, con sus ojos clavados en mí. Se le escapó una sonrisa y no pude evitar sonreírle. El colectivero arranca, y vemos cómo nos alejamos con rapidez. Duró tan sólo un instante, pero estuve con esa sensación de felicidad todo el camino. Pienso que no hay nada más lindo que una sonrisa inocente de regalo. Para ser sincera, ya olvidé su rostro. Pero aún recuerdo lo tierna que se veía su nariz colorada por el frío. La gente siempre va apurada y amargada por las calles, y esta persona tuvo un gesto de cariño muy lindo. Hay que reír más. Tenemos que ser más amigables y amables con las personas, las que conocemos y las que no. ¡Todavía no saben el poder que tienen las sonrisas! Hacen que un mal día se convierta en uno bueno... Pero son de esas cosas que te pasan pocas veces en la vida, y nunca vas a saber quien era la persona que te regaló esa sonrisa.
Detrás de todo este espectáculo de palabras, tiembla indeciblemente la esperanza de que me leas,
de que no haya muerto del todo en tu memoria...
octubre 02, 2011
Hacen falta más risas
¿Destino o casualidad? No lo sé. Lo único que sé es que si no me hubiese negado a ir a pagar el viaje de mi hermano y tardaba 5 minutos más en cambiarme, no hubiera tenido aquellos segundos mágicos. Si no me quedaba charlando con el profesor después del toque de timbre o si hoy no salíamos una hora antes del colegio. Si hubiese ido a la librería a comprar las fotocopias que necesitaba, si no hubiese ido por Belgrano y si el portero no me recibía con la puerta abierta o si me subía al primer 17 que pasó, me hubiera perdido ese breve instante. Fue un suceso de cosas, que de haber roto la cadena, habría perdido el colectivo y, por supuesto, el momento justo... en el que un par de ojos turquesa me miraron, y el momento en que aquella persona dejó escapar una sonrisa. Esa sonrisa que me alegró la tarde. Pasa que estaba algo molesta porque no había recibido la llamada que esperaba ni la contestación adecuada. En fin. Paso a relatar los hechos: Estaba en medio de dos paradas, a ver qué colectivo llegaba primero. No tenía ganas de caminar por Capital hasta la casa de mi amiga y dejé pasar tres 17. Fui a la parada más lejana e hice una larga fila para tomar alguno que me dejara en la puerta de su casa. En el tumulto de la gente veo una boina asomarse, miro un poquito más y noté esos ojos que mencioné antes. Parecía que tenía miedo, vergüenza. A los 5 minutos de esquivarlo, llega un 24. Me subo, y olvidé por completo a la persona de alta estatura que había estado mirándome. Había un asiento vacío que, por esas casualidades de la vida, me dejaba justo frente a él. Lo veo al pasar y me mira. Bajo la cabeza y pongo el boleto y las monedas en el bolsillo esperando a que arrancara. Al levantar la vista, seguía allí, con sus ojos clavados en mí. Se le escapó una sonrisa y no pude evitar sonreírle. El colectivero arranca, y vemos cómo nos alejamos con rapidez. Duró tan sólo un instante, pero estuve con esa sensación de felicidad todo el camino. Pienso que no hay nada más lindo que una sonrisa inocente de regalo. Para ser sincera, ya olvidé su rostro. Pero aún recuerdo lo tierna que se veía su nariz colorada por el frío. La gente siempre va apurada y amargada por las calles, y esta persona tuvo un gesto de cariño muy lindo. Hay que reír más. Tenemos que ser más amigables y amables con las personas, las que conocemos y las que no. ¡Todavía no saben el poder que tienen las sonrisas! Hacen que un mal día se convierta en uno bueno... Pero son de esas cosas que te pasan pocas veces en la vida, y nunca vas a saber quien era la persona que te regaló esa sonrisa.
Esto siento, más o menos, y por esto mismo muero.