Dijo: “No te preocupes, todo va a salir bien.” Ahora bien, aquel era un hombre que nunca había dicho nada positivo en toda su vida. Era un paranóico, un neurótico terco como una mula. Si le dolía la cabeza, tenía que ser un tumor; si parecía que iba a llover, entonces decía que se arruinaría la cosecha. Esa era su manera de controlar cualquier situación, su estrategia de toda la vida había sido prepararse para lo peor. Pero allí, cuando la realidad superó cualquiera de sus predicciones más fatalistas, no tuvo más alternativa que darse la vuelta y tomar la dirección opuesta. “No te preocupes, todo va a salir bien.” Y por primera vez, todo salió tal y como él dijo.
Me hizo acordar tanto a mí.