Detrás de todo este espectáculo de palabras, tiembla indeciblemente la esperanza de que me leas,
de que no haya muerto del todo en tu memoria...

julio 30, 2010

La excusa más cobarde es culpar al destino

A nadie reveló su pasión y los juegos, el deseo clandestino. No hubo cartas de amor, no hubo día del orgullo. No le devolverán los veranos perdidos. Y Cernuda lo ve suspirar, triste, desde el Parnaso. San Sebastián asaetado reza por tus pecados, llora por ti, no olvida al que sufre en silencio a su oveja perdida.

Miran al cielo y piden un deseo: Contigo la noche más bella. Amores imposibles que escriben en canciones el trazo de una estrella. Cartas que nunca se envían. Botellas que brillan en el mar del olvido. Nunca dejes de buscarme, la excusa más cobarde es culpar al destino.

Él, dulce calavera. Él, corsario de barrio. Ella, dulce muñeca. Ella, seria y formal. Él no escucha el rumor de sus alas si pasa a su lado. Pobre Blancanieves, nuestro príncipe prefiere a la madrastra, a la mala del cuento. Él será la manzana donde duerme el veneno.

Ella soñará un verso que él nunca escuchará. Él no trepará sus trenzas una noche de invierno. Ella soñará un viaje y no habrá despedidas. Ni canciones de amor, ni Capuleto y Montesco. Crecerán y en la espuma del tiempo se deshacen sus sueños. No quedará ni un recuerdo, ni en la noche un lamento. Quizá una leve herida que lavará el olvido.

Esto siento, más o menos, y por esto mismo muero.