Detrás de todo este espectáculo de palabras, tiembla indeciblemente la esperanza de que me leas,
de que no haya muerto del todo en tu memoria...

noviembre 30, 2012

noviembre 25, 2012

noviembre 21, 2012

Allá en Patricios y Quinquela

Me acaba de golpear la melancolía. Lejanos pero presentes recuerdos. Un lugar. Una casa. Ésta que alberga, aún hoy, tantas memorias. Tanta gente. Tantos momentos. 
Y cómo extraño esos mediodías en los que, al volver del colegio, ella me cocinaba, donde aprendí a hacer mis “famosos fideos”. Cuando yo, cual loca, entraba gritando desaforada para saludar a las gatas. Es increíble el cariño que siento por esos animales, son insoportablemente hermosas. Y comíamos, y mirábamos tele, escuchábamos música, nos peleábamos para no lavar los platos, inclusive en ocasiones paseábamos por el barrio de Barracas y La Boca. Siempre terminábamos siendo más de dos, siempre a alguien encontrábamos o simplemente aparecían tocando el timbre. Siempre conocía a alguna persona nueva. Cuántos y qué amigos. Las paredes de esa casa atesoran muchos rostros felices. 
Y cómo olvidar esas tardes, en las que me encargaba de hacer café, la leche y tostadas para todos. Algunas tardes de sol, otras de lluvia o frío. Pero infaltable ese café y la manteca con azúcar para el pan. Sentados en el patio o bajo el techo del quincho, compartiendo cigarrillos y risas. Odiaba cuando el reloj tocaba las 6, pues debía irme, y daba mil vueltas hasta que tomaba el colectivo casi en la puerta. Aún sabiendo que al día siguiente allí estaría. 
Y llegaba el viernes, me podía quedar a dormir. Siempre terminaba convenciéndola de hacer una “fiesta”, y todos se quedaban. Qué noches. Cuántas parejas llenando de amor los cuartos. Cuántos besos furtivos. Y en cada recoveco nos escondíamos. Escuchábamos música y tomábamos alcohol, casi como si no existiera un mañana. Siempre me terminaban “cagando a pedos” porque, ebria, gritaba fuerte y reía a carcajadas. Cómo me divertía. Tantas charlas, risas, secretos, historias, anécdotas… Si las paredes de esa casa hablaran. Luego de ver el amanecer, me arrastraba a la cama con la poca energía que me quedaba. Horas después, me despertaba con las gatas sentadas encima, maullando, quitándome el aliento, sin ganas de irme, con un poco de resaca. 
Y aquellos sábados en los que podía quedarme, tras la tertulia de la noche anterior, me levantaba exclusivamente para preparar el desayuno. Para luego pasear bajo el sol de la mañana, olvidándome de todos los problemas y obligaciones, pasando el rato con mi mejor amiga. Ésas sí eran buenas épocas, y cómo las extraño. Esa casa nos mantenía unidos. Era nuestro punto de encuentro y reunión. Era el lugar ideal para despojar nuestros miedos y olvidar nuestras preocupaciones. Sólo estaba permitido una cosa: Ser felices.

noviembre 19, 2012

Tantas cosas

"Alguien dijo alguna vez, que la mejor terapia para el olvido, es el odio. Que si ella se va, se debe cuidar de nosotros, porque le declararemos el odio y la guerra. Pero, sabes, al final suele pasar que el odio es bastante aburrido, porque además no se lo cree nadie. Quiero decir que a ella no le afecta que el taladro de nuestra mirada le traspase, porque no se siente culpable, es normal... Así que al final uno decide olvidar y tirar para delante, seguir en el camino y en la búsqueda, hacer repaso de lo que nos han dado y quedarnos con lo bueno, y tirar lo malo. Ella crecerá, yo espero que no mucho más, se casará y tendrá hijos, y será la mujer responsable que todos quisieran. Y quizás yo también, sea el hombre responsable que todos quieren, no lo sé. La ciudad seguirá imparable, frenética, y nosotros perdidos en ella, buscando quién sabe qué. Yo que sé que será de nosotros, pasarán tantas y tantas cosas…

Tantas, tantas cosas seguirán pasando, 
que quizás las cosas no nos cambien tanto."

noviembre 09, 2012

Impossibility

Éramos tan sólo una ilusión... Porque era más fácil que la realidad: Sin compromisos ni responsabilidades, sin toma de decisiones ni decepciones, un sin fin de sueños y esperanzas. Éramos la huida. Éramos el hombro que necesitábamos cuando, en el mundo real, las cosas no estaban bien. Éramos palabras escritas en papel. Éramos fantasías imposibles de realizar. Éramos imaginación, momentos inexistentes tan ansiados. Éramos colores pintados en el gris de la ciudad. Éramos niños jugando al amor imposible. Éramos invisibles, intocables. Éramos. Hasta que un día, inevitablemente, la realidad golpeó nuestra puerta. Nos sacudió la cabeza, ensordeció los oídos y abrió nuestros ojos. Nos vimos, pero no éramos nosotros. Nos oímos, pero apenas podíamos soportar el sonido de nuestras voces. No eras quien yo creía, ni yo era lo que tanto esperabas. Y allí nos dimos cuenta, sin sorpresa alguna, que éramos un invento. Sólo nos necesitábamos para escapar de la realidad, no para vivir en ella. 

noviembre 06, 2012

Derrotados


Se desearon por tantos años que, 
cuando por fin pudieron estar juntos, 
perdieron el interés. 
Esto siento, más o menos, y por esto mismo muero.