Me desperté. No estaba en mi habitación, no era mi cama. En la oscuridad, apenas podía ver por la luz del televisor encendido. Tenía como almohada el pecho de un hombre. Me encantaba escuchar su corazón latir y sentirlo respirar. Levanto la cabeza y lo veo, era él. Mirándome con sus grandes ojos pardos, esa mirada como enamorada, como las de antes. Nos quedamos en silencio mirándonos un rato, y su mano acariciando mi espalda. Entonces le sonrio y me devuelve la sonrisa. Abre la boca y dice con ternura, como en secreto: -Te amo mucho. Le respondí: -Yo también te amo. Y se me cayó una lágrima acompañada de una sonrisa. Así como él solo puede hacerme sonreir. Me besa y se acomoda en mi pecho. Yo acariciándole la nuca y la cabeza, amaba verlo dormir. Tenía mucho sueño pero no quería desperdiciar ni un segundo. Quería quedarme en ese momento para toda la vida. Hasta que me quedé dormida.
Me desperté. El televisor ya no estaba, era mi habitación, estaba en mi cama. Sola. Las lágrimas empezaron a caer como la lluvia de aquel día. Me di cuenta que había sido solo un sueño... Todo parecía tan real... Quizá porque lo deseo con todo mi ser.