(...)
-Ya es tarde. Allí sólo perdía el sueño cuando tenía hambre, o cuando me dolía una herida, o cuando me despertaba el miedo. Ahora tú eres mi única herida, y mi hambre, y mi miedo.
-¿Te doy miedo yo?
-Esta noche, sí, porque no es una noche como las demás. ¿No sientes que hasta huele de otra manera?
-Es el otoño. Olor de tierra mojada.
-No basta. El olor de la tierra y el de tu piel también están aquí. Ya lo estaban la primera vez. Pero hoy es algo más profundo... Algo misterioso, que se ha metido aquí dentro como el día de la corza y el día del relámpago.
¿No lo sientes en el aire?
-Ahora, sí. Y también a mí me da miedo, porque tampoco yo lo había conocido nunca.
-Es como si me sintiera ir cayendo en una trampa donde voy a perderme. Y sin embargo, ¡Quiero caer! ¿Por qué esta noche es todo tan distinto? ¿Por qué el primer día el más fuerte era yo, y ahora toda la fuerza la tienes tú?
-¡Salvate de mí! ¡Todavía estás a tiempo!
-Es inútil, ya no puedo volverme atrás, y aunque pudiera no lo haría. Tú que lo sabes todo, ¿qué es esto que estoy sintiendo al mismo tiempo en el alma y en la raíz de la sangre?
-No sé. Ojalá sea lo mismo que estoy sintiendo yo.
-¿También te tiemblan a ti las palabras antes de decirlas?
-También.
-Pero entonces no hay solamente dos cosas grandes. Además de Dios y la Muerte, ¡Hay una tercera cosa que hace temblar la garganta del hombre!
-¡Sí, hay un tercer misterio, que es un poco como sentir a Dios y un poco como sentirse morir!
-Dime esa tercera palabra. ¡Quiero oírtela a ti!
-No hace falta, querido. Esa tercera palabra, cuando es verdad, es mejor decirla en silencio... ¡Así...!
(Lo atrae dulcemente, y luego con pasión entregada. Mientras se besan cae lento el TELÓN).